EL TRABAJO BIEN HECHO
Hacer las cosas con amor
Adoro a la gente que se entrega cada día en su trabajo y ultima cada detalle. Son profesionales con un alto grado de humanidad y dedicación. Lo veo en muchos maestros y asistentes de vuelo. Pero sucede en todos los oficios. A veces entro en una tienda y cuando veo que el dependiente se vuelca en ayudarme, me apena salir sin comprarle. O entro en una óptica porque las gafas de mi hijo se han torcido. Y aunque ni siquiera las he comprado allí, el empleado se va a buscar unas tenacillas y está durante diez minutos ajustándolas, hasta dejarlas perfectas. Le pregunto cuánto le debo y me dice con una sonrisa: «Nada».
El trabajo bien hecho y su recompensa
No obstante, ambos sabemos que la recompensa les llegará por otra parte. Hay una «ley» que dice que todo lo que hacemos, decimos y pensamos está conectado, son vasos comunicantes. Es como el que se toma la molestia de reciclar o ser compasivo con los demás, incluso con los animales. A veces me han dicho: «¡Vaya chorrada eso de reciclar. No te lo va a agradecer nadie!». Con todo, hay algo en mi interior que me inclina a hacerlo. Y qué importa que no me lo vaya a agradecer nadie.
El karma
En mi novela: Necesitamos un cambio. El sueño de Islandia. Eds. Camelot hay un personaje, un tanto alocado, llamado Kristine, que cree a pies juntillas en el karma, y puede que tenga razón. Hay gente que ostenta cargos importantes y no tiene escrúpulos a la hora de conseguir más poder y más dinero. Sin embargo, al llegar a casa, se quitan la armadura manchada de sangre y ejercen de padres ejemplares. Oh, ¡tienen dos vidas diferentes y la conciencia muy tranquila! ¿Es qué no se dan cuenta que son ríos que desembocan en el mismo mar? ¿Y los resultados? Los resultados son devastadores. Y luego se preguntan por qué les suceden estas desgracias.
De yuppy a escritor
He trabajado muchos años en el mundo de los negocios, concretamente en una inmobiliaria, que es uno de los más cruentos, y mis mentores jamás se cansaron de repetirme que la vida personal y laboral nunca debían mezclarse. Mi conclusión es que: no tenían razón. No se puede ser ángel y demonio a la vez. Por supuesto que hay que tocar con los pies en la tierra y ser productivo y eficaz, pero también se puede serlo sin pisar cadáveres. Cuando haces las cosas bien, en ambos planos, eres más feliz. La felicidad y el amor vuelven hacia ti. No hay que pensar tanto en el dinero; si ofreces lo mejor de ti, si haces el trabajo bien hecho, el dinero viene después. Solo hay que tener paciencia. Si tuviésemos más paciencia, viviésemos de una forma completa, el tiempo jugaría a nuestro favor y no al revés.
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Gracias.