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Depresión o Skammdegisþunglyndi

Depresión de los días cortos o Skammdegisþunglyndi (en islandés)

La depresión en Islandia

A mi regreso a Islandia, después de pasar unos relajantes quince días de vacaciones en España, solo llegar al aeropuerto, sentí una punzada de melancolía, por así decirlo; aunque creo que en realidad era depresión post vacacional, además Navideña, que se había ido gestando días atras en vista que la cortinilla se bajaba.

Los islandeses la llaman skammdegisþunglyndi (la depresión de los días cortos). No sé si fue la lluvia o el mal tiempo, pero solo subirme en el autocar, que lleva de Kevlavik a Reykjavík, y al ver por la ventanilla que, a las tres de la tarde, parecía que hubiesen echado dos cubos de agua sucia por el cielo, sentí un escalofrío.

Tras el gélido recibimiento, constaté que los días anteriores había hecho un clima apacible, de esos de paisajes nevados con el sol estático en el cielo y nada de viento. Ideal para salir en bicicleta o simplemente pasear, respirar aire puro y contemplar la naturaleza.

No obstante, el trauma post-vacacional se palpaba en el ambiente. Al día siguiente, lunes, salí con el coche a hacer unas compras al principal centro comercial. Era el primer día de rebajas, pero también el primero de trabajo y no creo que los comerciantes vendiesen mucho porque la gente se limitaba a hacer exactamente lo mismo que yo: entrar en el supermercado, coger los víveres necesarios para reponer la nevera, sobre todo mucha fruta y mucha verdura, y regresar en el menor plazo posible a sus coches y a su casas, al calor de las estufas y a escuchar el viento golpear contra las puertas como el mismísimo diablo.
Entonces una vez dentro del caparazón, me pregunté: «¿Dónde estarán los pájaros? ¿Y esos negros y lustrosos cuervos?, my gosh, con lo grandes que son». Me los imaginé en un agujero, inmóviles y acurrucados.

El otro día, mi cuñado Björgvin, que es biólogo y experimentado guía de glaciar, me dijo: «En invierno, la temperatura ideal es cinco grados bajo cero, todo lo que vaya por encima son malas noticias». Este comentario me hubiese parecido chocante antes de venir a vivir a Islandia, pero tiene razón. En cuanto suben las temperaturas, la nieve se hace pastosa y se crea tal capa de hielo en el suelo que provoca la mayoría de caídas de personas y accidentes de tráfico; ya nada digo de intentar salir en bicicleta, aunque siempre hay unos cuantos locos, como mi cuñado y yo, que siempre lo hacemos.

Sin embargo, a medida que pasan los días, me doy cuenta de que las depresiones no las crean los países ni las personas, se llevan dentro. Es como el hombre que siempre se cambiaba de bloque cada dos años porque tenía muy mala suerte con sus vecinos.

Lo que más me gusta de las depresiones es que se conviertan en melancolía; entonces me sirvo una taza de café bien cargado, miro por mi ventana los remolinos que se crean en el jardín con ínfulas de tornados y empiezo a escribir.

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La depresión de los días cortos en Islandia
Depresión en Islandia: Después de las vacaciones de navidad, se acaba lo bueno.

 

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Historia de Navidad

Historia de Navidad

Historia de Navidad en Islandia

Al cabo de un tiempo, ella fue a revisar los apuntes de él y al reconocer su letra y notas bien organizadas le pareció mentira que se habría muerto y habría dejado todo aquel trabajo inacabado encima de la mesa, hasta su bolígrafo favorito estaba listo para escribir. Era como si solo por eso tuviera la obligación de volver, aunque nunca lo hizo.

Observó su lamparita de flexo, la forma como él la inclinaba hacia la mesa y, por supuesto, su taza de café con el platito debajo. Qué importaba ya. Le hizo pensar en la relatividad de los problemas. Aquello que lo había acongojado tanto ya no tenía sentido. Ella siempre le decía que no se iba a caer el mundo.

Miró por la ventana y vio a la gente y a los coches que seguían transitando por la calle, cada uno con sus propios problemas, algunos felices y otros enfurecidos, pitando.

A un señor con una barba negra, que pisó de pleno el excremente de un perro, lo oyó soltar un improperio y unos chavales, que empezaron a reírse, tuvieron que salir corriendo. Se rió, pero no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla. Faltaban apenas unos días para Navidad y se dio cuenta que su mejor regalo ya no estaba.

Historia de navidad
Historia de navidad en Islandia. Jordi Pujolà

Jordi Pujolà, autor de la novela Necesitamos Un Cambio.

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EL TRABAJO BIEN HECHO

EL TRABAJO BIEN HECHO

Hacer las cosas con amor

Adoro a la gente que se entrega cada día en su trabajo y ultima cada detalle. Son profesionales con un alto grado de humanidad y dedicación. Lo veo en muchos maestros y asistentes de vuelo. Pero sucede en todos los oficios. A veces entro en una tienda y cuando veo que el dependiente se vuelca en ayudarme, me apena salir sin comprarle. O entro en una óptica porque las gafas de mi hijo se han torcido. Y aunque ni siquiera las he comprado allí, el empleado se va a buscar unas tenacillas y está durante diez minutos ajustándolas, hasta dejarlas perfectas. Le pregunto cuánto le debo y me dice con una sonrisa: «Nada».

El trabajo bien hecho y su recompensa

No obstante, ambos sabemos que la recompensa les llegará por otra parte. Hay una «ley» que dice que todo lo que hacemos, decimos y pensamos está conectado, son vasos comunicantes. Es como el que se toma la molestia de reciclar o ser compasivo con los demás, incluso con los animales. A veces me han dicho: «¡Vaya chorrada eso de reciclar. No te lo va a agradecer nadie!». Con todo, hay algo en mi interior que me inclina a hacerlo. Y qué importa que no me lo vaya a agradecer nadie.

El karma

En mi novela: Necesitamos un cambio. El sueño de Islandia. Eds. Camelot hay un personaje, un tanto alocado, llamado Kristine, que cree a pies juntillas en el karma, y puede que tenga razón. Hay gente que ostenta cargos importantes y no tiene escrúpulos a la hora de conseguir más poder y más dinero. Sin embargo, al llegar a casa, se quitan la armadura manchada de sangre y ejercen de padres ejemplares. Oh, ¡tienen dos vidas diferentes y la conciencia muy tranquila! ¿Es qué no se dan cuenta que son ríos que desembocan en el mismo mar? ¿Y los resultados? Los resultados son devastadores. Y luego se preguntan por qué les suceden estas desgracias.

De yuppy a escritor

He trabajado muchos años en el mundo de los negocios, concretamente en una inmobiliaria, que es uno de los más cruentos, y mis mentores jamás se cansaron de repetirme que la vida personal y laboral nunca debían mezclarse. Mi conclusión es que: no tenían razón. No se puede ser ángel y demonio a la vez. Por supuesto que hay que tocar con los pies en la tierra y ser productivo y eficaz, pero también se puede serlo sin pisar cadáveres. Cuando haces las cosas bien, en ambos planos, eres más feliz. La felicidad y el amor vuelven hacia ti. No hay que pensar tanto en el dinero; si ofreces lo mejor de ti, si haces el trabajo bien hecho, el dinero viene después. Solo hay que tener paciencia. Si tuviésemos más paciencia, viviésemos de una forma completa, el tiempo jugaría a nuestro favor y no al revés.

 

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AMABILIDAD y cariño

AMABILIDAD

Una pequeña historia de amabilidad

En la Escuela: Reykjavik, Islandia

Un día fui a recoger a mi hijo a la escuela y, a la salida, nos tropezamos con otro padre que andaba desesperado buscando al suyo, también de seis años. No estaba ni en su clase ni en  las aulas de las actividades extra-escolares ni en el campo de fútbol. Desaparecido. Los monitores decían que tampoco lo habían visto.

Mi hijo y yo nos miramos unas décimas de segundo y, sin pensarlo dos veces, nos lanzamos en su búsqueda. No lo encontramos, pero al final resultó que el niño se había quedado con la madre en casa porque estaba enfermo y al padre no le habían avisado. Cuando se enteró de esto, el hombre se derrumbó.

Me senté a su lado, en un peldaño de la escalera. Ya no quedaba casi nadie y olía a jabón de limpiar los suelos. Estuvimos charlando un rato, nos reímos para liberar la tensión y ahora somos buenos amigos, aunque nunca hablamos de esto y, además, la familia se ha trasladado a Suecia. De hecho, son suecos. Y ese día, ja, ja, ¡el padre tiró por tierra todo el sistema educacional islandés! Son cosas que pasan, como cuando le echas una bronca monumental a tu hijo porque lo habías perdido. En realidad es una forma de expresar miedo y frustración. Por supuesto los niños no entienden nada. Tampoco entienden porque les prohíben jugar a los videojuegos cuando sus progenitores se pasan el día enganchados a sus teléfonos móviles o tienen que leer cada día cuando sus padres no han cogido un libro en años.
Hay que ser amable con tu mujer, tus hijos, los amigos y especialmente con los desconocidos. Sea por empatía o por seguir las leyes del karma. Alguna vez me he encontrado también en algún apuro y he descubierto que no hay nada más reconfortante que que alguien que pase por ahí te ayude y te trate con cariño. Una vez me caí al suelo y un coche casi me atropella. Estaba en un país extranjero y una señora me preguntó si estaba bien, me acarició la cabeza y me ofreció dinero. Le dije que no necesitaba nada, pero ese gesto de amabilidad me bastó y todavía me acuerdo de ella. A veces pienso en la película esa, tan recomendable, de la cadena de favores.

Si todos tuviésemos consciencia de esto, el mundo funcionaría mejor. Necesitamos un cambio, por eso esta frase da título a mi novela: Necesitamos un cambio. El sueño de Islandia. Eds. Camelot.

El cambio está en cada uno de nosotros. Empecemos por nosotros mismos, «Be the change», como dijo Gandhi.

 

Amabilidad
Amabilida. Jordi Pujolà, escritor español en Islandia.

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