Bicicleta en Islandia

Bicicleta en Islandia: La comparación de la vida y la bicicleta

Bicicleta en Islandia como la vida misma

La contradicción del ser humano: siempre nos quejamos de que el tiempo pasa rápido; sin embargo, no nos gusta poner a prueba nuestra paciencia. Si nos dicen que tenemos que esperar unas semanas o unos meses, nos desesperamos. ¿Qué ha quedado del viejo placer de la contención y de la espera?
Exigimos resultados inmediatos y con el mínimo esfuerzo. Pero la vida marca su propio ritmo; todo conlleva un proceso y requiere de un trabajo. La semilla se convierte en árbol, el estómago tarda unos minutos en enviarle la señal al cerebro de que estamos saciados, existen cuatro estaciones y para llegar al verano hay que pasar el invierno, las enfermedades – al igual que las curaciones – se gestan poco a poco. También el amor, la amistad y la felicidad hay que ganárselas, luchar cada día por ellas. Así que debemos copiar a la vida y no al revés, al igual que los aviones a los pájaros o los barcos a los peces. Nada es inmediato ni sin motivo, aunque no lo notemos.

Bicicleta en Islandia. Jordi Pujolà
Bicicleta en Islandia. Jordi Pujolà

La realidad podría ser cualquier cosa, incluso vacío

Pero ciertamente hay tantas cosas de las que no nos damos cuenta, como el giro de la Tierra bajo nuestros pies, que a veces cierro los ojos y pienso que nada de lo que hay ahí fuera existe. Es un decorado que alguien ha puesto. Esas nubes tan blancas en el cielo, la nieve que cae como algodones o el movimiento mecánico de las olas. No percibimos la realidad, solo lo que nuestros sentidos nos transmiten. Por ejemplo, los colores también son fruto de un efecto óptico. Solo hay negro –ausencia de luz – y blanco –luz–. Eso me hace sospechar que la vida es una prueba.

La comparación de la vida con ir en bicicleta en Islandia

La vida es como ir en bicicleta en Islandia: antes de empezar tienes que planear la ruta, mirar el cielo para decidir la ropa que vas a llevar y pedalear. El camino fácil es meterse en el coche, conectar el aire acondicionado o la calefacción, poner la radio y apretar el gas. No obstante, no te enteras de los olores, de si el viento va a favor o en contra o de si hay subida o bajada. En ese aspecto, ir en bicicleta en Islandia es como un entrenamiento para lo que nos espera.

La oportunidad de fundirse con la naturaleza

Por otro lado, particularmente en Islandia, cuando atravieso el valle de Fossvogur (Reykjavík) con mi bicicleta, tengo el privilegio de oír el trino de los pájaros en las copas de los árboles y verlos dando saltitos de alegría sobre la hierba húmeda y recién cortada, dándose un festín de gusanos y semillas. Me contagian su alegría. Paso con cuidado y permiten que la bicicleta ruede junto a ellos, no la consideran un enemigo. Este verano los gansos salvajes han estado criando. Por las mañanas las familias caminan en fila, sin romperla ni tan siquiera para meterse en el lago; los pequeños son unos «peludines» que todavía no han desarrollado el plumaje. Por las noches se cobijan bajo las alas de su madre y el padre, ante la menor amenaza, se vuelve inusitadamente agresivo.
Que los pájaros no se asusten de la bicicleta es una invitación a fundirse con la naturaleza.

Bicicleta en Islandia
Bicicleta en Islandia. Libertad y conexión con la naturaleza.

Si vas en coche no te enteras de nada

En Islandia, tal como el tiempo, los colores cambian constantemente, sobre todo reflejados en el mar. No es lo mismo antes de la tormenta, azul oscuro, que cuando sale el sol y se vuelve verdoso; o cuando llueve o está nevando. El viento a veces es tan fuerte que en plena bajada te tira la bicicleta hacia atrás. En esos momentos, con el granizo golpeándote en la cara, las puntas de los dedos heladas y todavía con varios kilómetros por delante, me pregunto: «Qué diablos hago aquí». En condiciones extremas el mismo trayecto requiere invertir el triple de tiempo, cada pedalada es una cincelada en la roca. Pero te da tiempo de pensar, recapacitar, y relativizar. Sé que al final llegaré a mi destino. Además de ser un buen ejercicio para la mente y el espíritu, lo es para el cuerpo.

Lo más importante es sentirse libre

Otro motivo es la libertad. Nada como salir en bicicleta cuando sale el sol después de una buena nevada y observar a los lustrosos cuervos negros planeando sobre Reykjavík. Islandia es el país donde el sol siempre es una caricia y aunque salga mucho menos, se disfruta más. Como los manjares, comerlos cada día arruinaría su placer. Los seres humanos actuamos así. Necesitamos restricciones y somos miserables.

Necesitamos un cambio, la novela de Jordi Pujolà, escritor de Barcelona exiliado en Reykjavík.

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